El centro de rehabilitación Mishal, en el valle de Swat, brinda una segunda oportunidad a cientos de adolescentes cuyo destino era morir sacrificados antes de llegar a la edad adulta. No sólo iban a morir, sino también a matar a decenas de personas. Un día estos chicos serían elegidos para una misión suicida: con un cinturón de explosivos adosado al cuerpo caminarían, lentamente, para no levantar sospecha, hacia un puesto de control militar y harían estallar los explosivos, segando la vida de aquellos que encontraran a su paso.