Hemos pasado años utilizando una prenda cuya función, desde sus inicios, ha sido la de modelar –y a su vez restringir y limitar– el cuerpo de la mujer, según lo impuesto por un otro. Y que cuando finalmente este otro no está, la tendencia es a liberarse de esas opresiones. Pero, cuando se termine la cuarentena, ¿seremos capaces de sostener esta decisión? De todas las veces que nos hemos despojado de ciertas exigencias externas o autoimpuestas, ¿será esta la definitiva?