Dos personas murieron y tres resultaron heridas cuando una roca gigante rodó y aplastó tres coches en el distrito de Chümoukedima, en el estado nororiental indio de Nagaland. El incidente ocurrió el 4 de julio y fue captado por la cámara del tablero de un coche que esperaba detrás. El tramo de la autopista Kohima-Dimapur es conocido por sus frecuentes corrimientos de tierras.

Los cráneos tienen poderes mágicos. Así lo creían los konyaks, una tribu de la India que, hasta hace décadas, cortó y coleccionó las cabezas de sus enemigos. Hoy han dejado atrás aquellas prácticas y luchan por adaptarse al mundo globalizado. El fotorreportero Álvaro Ybarra Zavala viaja a sus remotas tierras, en el estado de Nagaland, para retratar el declive y las esperanzas de los últimos cortadores de cabezas.

Los feroces cazadores de cabezas de la tribu Konyak Naga en la India ya no pueden colgar las cabezas de sus enemigos en las paredes. En el pasado, matar a un enemigo y traer su cabeza era considerado un rito de iniciación y recompensado con un tatuaje ceremonial en la cara o el pecho. Imágenes del fotógrafo Trupal Pandya de miembros de esta tribu, que viven en la provincia india de Nagaland, en un pueblo llamado Longwa.

Una turba formada por miles de personas linchó a un supuesto violador tras sacarlo a la fuerza de una cárcel del estado de Nagaland, en el noroeste de la India, donde al menos 20 personas resultaron heridas en enfrentamientos con la Policía, informó hoy una fuente oficial.

Hasta bastante entrado el pasado siglo, Nagaland seguía siendo uno de escasos lugares que desafiaban la rigurosidad de los más estrictos mapas. Una de esas borrosas zonas aún por cartografiar cuyo nombre no trascendía más allá de algunas sociedades geográficas europeas, filántropos excéntricos, aventureros o exploradores. Sus densas junglas se extendían decenas de kilómetros, cobijando a varios grupos tribales que vivían manteniendo el que consideraban el gran regalo de sus ancestros: su propia identidad cultural.