No es un goteo. No son anécdotas. No son casos aislados. Ojalá fuera así. El aumento de la violencia neonazi y de corte ultraredechista en Alemania es una realidad sólida, tan incómoda como indiscutible. Lo llevaban denunciando años las ONG de ayuda a inmigrantes, los organismos internacionales de defensa de los derechos humanos y los partidos más progresistas y, ahora, lo constata el Gobierno. “Son un peligro muy real”, ha reconocido el ministro del Interior, Horst Seehofer.