A nuestro alrededor, un amasijo de carne, de valencianos, de guiris, de turistas “normales”, de niños, abuelas, más abuelas, codos afilados, codos gruesos, codos pequeños y codos enormes, pisotones en los tobillos, soplidos en las nucas… El aire abarrotado, atiborrado de partículas sudoríferas de todo tipo de sobacos, saturado de sol, luz y empellones. Cientos, miles de ojos entornados observando con fijeza a cientos (miles) de coronillas y sombreros con publicidad chorra. Y yo, en medio, confuso, perdido y hablando solo.