Digámoslo claro, con todas las letras: se están cargando la educación pública. Y esto no tiene que ver con la crisis, sino con un proyecto ideológico. El daño puede ser enorme, irreversible si no somos capaces de frenarlo pronto, porque aceleraría una espiral de deterioro que forma parte de sus intenciones: cuanto peor esté la educación pública, más padres huirán a una privada concertada que, aunque también afectada por la crisis, conserva sus privilegios; y cuantos más abandonen la pública, menos recursos habrá para esta.