No hay cacerolas. No hay lemas de odiador. Todos los días, desde hace un mes, en las oficinas de Sogecable, suena una alarma en los ordenadores de los empleados. Las 11:58. Un ruido que recuerda a las sirenas que se utilizaban en las películas sobre la Segunda Guerra Mundial. Ese ruido anuncia que ha llegado la hora. Todos salen al pasillo del edificio y a las 12.00 empiezan a aplaudir. Los aplausos hacen retumbar un edificio que cada vez está más vacío. Es una forma apasionada, bellísima, de hacerse oír, y decir, que "esto no nos gusta".