Anoche, sin saberlo, alguien compró la suscripción 5.000 de una revista literaria. Pudo haber ocurrido en Argentina, en España, en Uruguay, en Alemania, en cualquier parte del mundo. Pudo haber sido un estudiante, o una señora, o un médico. Quien lo haya hecho, puso el último grano de arena para que una revista en papel, sin publicidad, distribuida por sus lectores en veinte países, no dé pérdidas económicas. En esta época, donde el mundo parece estar enojado o en crisis, esto es lo más parecido a un milagro.