El lugar es tan ventoso que registra, de media anual, vientos de 80 kilómetros por hora y no son raras las ocasiones en las que esos vientos superan los 240 kilómetros por hora. Se trata de vientos catabáticos, vamos, que marchan “pendiente abajo” desde las elevaciones que rodean la bahía hasta el océano. Esos vientos crean en ocasiones tormentas impresionantes que más vale contemplar en la lejanía y que convierten a este lugar en uno de los más desapacibles del planeta.