Estirar los brazos sobre la cabeza, caer de rodillas, tumbarse boca abajo, tocar con la frente y las palmas de la mano el suelo, levantarse y repetir el gesto una y mil veces avanzando apenas un par de metros en cada ocasión. Peregrinar de esta forma hasta el templo de Jokhang, en Lhasa, es el anhelo de los budistas más fervorosos del Tíbet. Otros, la mayoría, lo hacen caminando y haciendo girar sus molinillos de oración. El Barkhor, la calle más o menos circular que rodea el templo,