Bueno, es claro que me refiero al cinco de abril aquél, el de 1992. Como siempre, el Perú me sorprendió (ingratamente). Al 10% le llegaba altamente la noticia y el 90% restante tenía las manos rojas de tanto aplaudir y estaba más chino que Fujimori. Incluso varios de mis amigos, que yo consideraba particularmente bienpensantes, mostraban un acuerdo discreto con el autogolpe. entonces que en mi mente empezó a echar fuego la idea de que en el Perú, la opinión de las masas está, casi por definición, alejada del buen sentido político.