El día del holocausto zombi, cuando un extraño virus se haya multiplicado por las ciudades y miles de seres autómatas busquen desesperadamente carne humana, él seguramente estará a salvo en su búnker. En Cánoves y Samalús, un pueblo de la provincia de Barcelona, Dani Baró construyó un refugio antizombis con paredes de tres metros de grosor, puertas de 300 kilos, zonas de cuarentena para los que hayan sido mordidos y un perimetro de varillas afiladas para ensartar los cráneos de los zombis que intenten entrar, entre otras medidas de seguridad.