Antes de irme definitivamente, he decidido enviarle esta carta como español que pronto dejará de serlo. Supongo que usted, Sr. Rajoy, la arrojará de sí, como suele con todo lo que le estorba; pero no puedo partir sin dejar en el umbral de su casa algunas reflexiones que al menos sirvan para contraponer a su labor de exterminio ciudadano una serie de verdades. Cuando la historia haya calmado la tormenta, que será cuando ustedes hayan sido expulsados del poder, se hará patente todo el horror que ha suscitado la gobernación de esta época.