Era una madre joven, de apenas 22 años y tenía un bebé con muy mala suerte. En sus apenas 10 meses de vida, su niña, aún lactante, se había tragado dos pendientes, un tornillo de cinco centímetros y dos agujas de costura. Todos esos accidentes le habían hecho visitar el Hospital Infantil Universitario Virgen del Rocío en distintas ocasiones. Pero lo que la madre no sabía es que allí se iba a encontrar con un pediatra, Ignacio Gómez de Terreros - ya jubilado-, al que tanta visita y tanto percance le iban a parecer extraños.