A algunos de mis lectores, intoxicados por la propaganda anglosionista, les impactó mi defensa de Al Assad, como en su día lo hizo mi defensa del dictador Sadam Hussein. Hoy ya sabemos que el único pecado de Al Assad (como del régimen iraní) fue oponerse a la pretensión de hegemonía económica del anglosionismo; también sabemos que es la única esperanza que resta a las comunidades cristianas de la región, martirizadas por el islamismo ante la impasibilidad o connivencia de Estados Unidos y sus colonias. !Larga vida al León de Damasco!