Se ha muerto Robin Williams y a mí me ha pillado en el trabajo y me han entrado ganas de llorar. Se ha muerto Robin Williams, y yo no sé quién es. No es más que un constructo en mi cabeza, un hombre con ojos de niño travieso, nariz ganchuda y sonrisa pícara. Este es un artículo de mercenario, escrito a la sombra de una tumba con la tierra aún húmeda. No nos equivoquemos. Esto no va de muertos; va de dioses del cine y de héroes de portada de revista.