El común de los españoles nunca ha pensado en matar a nadie, ni en atracar un banco, y por eso, cuando sacan a un atracador o a un terrorista esposado en el telediario, no sólo no le importa, sino que lo comprende, y se entrega con morbo a ver las imágenes. Nunca, probablemente se va a ver en esa situación. Pero la corrupción es otra cosa, muy diferente. A los corruptos, en España, sobre todo, se les envidia, por haber tenido ocasión de hacerse ricos. Y como mucho, se les echa encara que se hayan dejado coger.