Nacieron hombres. Se sienten hombres. Pero les hace gracia convertirse transitoriamente en algo así como muñecas hinchables gigantes a base de prótesis, rellenos y caretas de látex. Desmesuradas, inexpresivas, plastificadas. Desde luego, chocantes. Nada que ver con las drag queens que se limitan a exhibirse con kilos de maquillaje, pestañota postiza y pelucón a la mayor gloria de Priscilla, Reina del Desierto. Ellos llevan el guiño hasta el paroxismo: convertirse literalmente en muñecas de cuerpo entero.