Lo primero que llamó la atención de los camareros es que el turista era grande, enorme, de un volumen descomunal, y que viajaba solo. También que se dirigió a ellos en italiano, como el 50% de la clientela de Es Molí de Sal, y del turismo de Formentera. Que eligió una mesa lo más cerca posible del mar, con vistas a la isla de Ibiza, y que se puso a pedir platos del menú durante varias horas, que luego fue ingiriendo uno tras otro como jamás se recuerda en la playa de Illetas