Al contrario de lo que ocurrió en la Alemania capitalista, donde muchísimos nazis cambiaron la esvástica por el dólar para seguir mandando sobre la población, la RDA se planteó en su creación como un Estado democrático antifascista. Así, mientras la Alemania Oriental educaba en valores socialistas e igualitarios a generaciones crecidas en el nazismo, la RFA perdonaba a industrias colaboradoras con Hitler –Krupp, Siemens, Bayer, entre otras– y alzaba a puestos de poder en la patronal a un comandante de las SS como Hans Martin Schleyer.