Stanley Kubrick se dio cuenta de que somos capaces de los actos más bondadosos y los más perversos, el problema es que, a menudo, cuando nos interesa, no distinguimos entre unos y otros. Esto se convertiría en uno de sus temas recurrentes, un leitmotiv que repetiría en todas sus películas: el bien y el mal, el amor y el odio, el sexo y la violencia, el deseo y el miedo, la fidelidad y la traición.