Cuando el rey Jigme Singye Wangchuck se inventó hace cuarenta años esta forma peculiar de medir la prosperidad de su pueblo no alcanzó a ver el éxito mundial que llegaría a tener su iniciativa. (...) Estaba empeñado en cambiar la imagen que el mundo tenía de Bután, tan pequeño, tan pobre, tan aislado. Por eso propuso que el bienestar de una nación tuviera en cuenta no sólo los ingresos económicos de sus habitantes, sino también su satisfacción personal, algo así como el equilibrio entre lo que esperan de la vida y lo que la vida les ofrece.