La publicidad tecnológica a finales de los años setenta y durante los ochenta tendía sensiblemente mucho a exagerar las capacidades de sus productos. Los anuncios de ordenadores y consolas de videojuegos presentaban, normalmente, a individuos caucásicos en estados de maravilla orgiástica frente a tecnologías aparentemente mediocres. Por supuesto, existió esa causa genuina de asombro debido a la revolución de las tecnologías, pero, como podemos comprobar en las siguientes imágenes, la emoción se salió un poco de madre.