Existe una anécdota que cuenta que una vez su sargento le castigó ordenándole talar árboles hasta que se le reventaran los brazos. Así que nuestro amiguito, al no recibir ningún tipo de especificación sobre el número de árboles a cortar, cortó 70 árboles en tres horas y media, hasta que un mando pasó por allí y, flipando en colores, le pidió que parara por Dios.