Descansa, si a eso se le puede llamar descansar, en un banco de la avenida Catalunya. Está sentado, reposa la cabeza sobre su maleta y ha entrelazado las asas de su mochila en una pierna. “Para que no me la roben”, dice. Son las 7 de la mañana y este temporero sin papeles no es el único ni mucho menos que ha dormido al raso en Lleida.