Corría el 20 de mayo de 1992, entonces trabajaba como redactor en El Mundo Deportivo, y mi jefe me encargó un trabajito. Al parecer, el diario había invitado a Severiano Ballesteros a la final de la Copa de Europa en Wembley, pues él era un gran seguidor del Barça. En contrapartida, el diario iba a publicar un artículo de opinión suyo con sus impresiones tras el partido. Pues, por la razón que sea, al final fui yo el encargado de escribir ese artículo que iba a ser publicado con su firma.