A Miaramou le cortaron la izquierda. Los hombres malos no querían que oyera sus conversaciones. Fue un corte limpio, con un machete con hoja de 40 centímetros. A Djera le cortaron la derecha. Los hombres malos, que hacía muchos meses que no pasaban por Gakara, una pequeña aldea en el extremo norte de Camerún, querían mandar un mensaje de terror: Boko Haram había vuelto. A Abba le cortaron la izquierda. Los hombres malos no querían matarla. Tampoco violarla. Ni secuestrarla. Esta vez era una advertencia a los ganaderos.