En nuestro país la vejez no gusta, casi nos avergüenza. Por eso la escondemos en un armario cerrado con doble llave para que no se vea. Un encubrimiento que solo se destapa y abochorna cuando saltan a los medios noticias como los fallecimientos de quienes mueren sin nadie y que estos días no paran de sucederse. Es, como describe Claudia Luna Palencia, en su novela El club de la naftalina, "una dejadez, como quien está a punto de lanzarse sin paracaídas al vacío, al no retorno". Ese vacío lo conoce muy bien, y muy a su pesar, el magistrado Joaqu