Disculpen mi ignorancia si en esta columna demuestro tenerla, como es probable, pero empiezo a estar preocupado por mis colegas escritores de todo el mundo y también por los cineastas, los dramaturgos, los compositores y cuantos se dedican a actividades “artísticas” que tradicionalmente han requerido concentración, esfuerzo, paciencia, continuidad, meditación y -a menudo- imprescindible soledad, sólo fuera para procurarse las demás cosas que acabo de mencionar. En un no muy interesante artículo del New York Times, “La presión de las multitudes”