Por un lado estaba la sensación de estar a punto de asistir a otra resurrección innecesaria por razones esencialmente económicas. Por otro, la idea de ver 18 nuevas horas dirigidas por David Lynch (cuando en el original solo dirigió seis) impelía, como mínimo, a la intriga: Lynch llevaba una década sin estrenar película de ficción y había interés, incluso ansiedad, por saber qué ofrecería en el 2017 como director. El experimento, sea como sea, ha fascinado a críticos alrededor del mundo.