Tengo tres hijos a los cuales me unen el amor incondicional y la ternura. No puedo, por tanto, considerarme más que un renegado del natalismo y su arrogante desmesura. Lo soy. Como Zapffe creo en los humanos como paradojas biológicas que, por culpa de la cognición, son la única especie consciente de que el destino es la muerte. Ante la vida como tragedia de deseos y necesidades espirituales nunca satisfechos, dejar de procrear es la forma de poner fin al dolor y el desasosiego del paso por el mundo.