Cuando los arqueólogos encuentran una figurita de un guerrero en una necrópolis milenaria, parece que no hay ninguna duda: la imagen es aquello que representa, un guerrero. Pero si el objeto encontrado es una figura femenina cargada de joyas, la catalogación suele ser otra: se trata de una divinidad, de una diosa. Esta ha sido la tónica tradicional en la interpretación de los símbolos antropomórficos procedentes de las culturas que no nos han dejado mucha información documentada, como es el caso de las culturas punicofenicia e íbera.