Este año Felipe VI tiene ante sí todo un reto, tras los resultados de las elecciones en Catalunya. En octubre, tras el intento de referéndum del día 1 y la brutalidad policial que se emitió en todo el mundo -y por la que todavía me preguntan mis colegas en el extranjero-, el Borbón se marcó un duro discurso, abandonando su principio de neutralidad y, en lugar de mediar y templar ánimos, echó más gasolina a la pira.