La dificultad de estudiar a los tiburones los mantuvo clasificados como máquinas de matar sin cerebro, pero recientes investigaciones, utilizando rastreo por satélite, cámaras submarinas y análisis genéticos, prueban que son mucho más listos que eso. Se ha probado, por ejemplo, que el tiburón limón puede aprender algunas tareas 80 veces más rápido que un gato o un conejo, que pueden retener el aprendizaje por más de un año, y que su cerebro es, en proporción a su cuerpo, tan grande como el de un ave o un mamífero.