Todo el mundo es bueno por naturaleza, es la sociedad la que nos corrompe. Por eso hay que corregir a los que han obrado mal o han tenido perversas intenciones, indicándoles con mucho cuidado, con exquisita corrección y empatía, en qué se han equivocado, y ofreciendo como fondo educacional un ambiente agradable y relajado, que invite simultáneamente al juego creativo y a la reflexión sosegada. Los verdaderos malos son los que niegan el enorme potencial para el bien del hombre. Todos y cada uno de nosotros es un diamante a medio pulir.