Arrancaba el mes de agosto y, lejos de tomarse vacaciones, Abengoa anunciaba una ampliación de capital que laminaba su valor en bolsa. No tenía otra salida para reducir deuda y reforzar su cuestionado balance la histórica firma de los Benjumea. Un mes después, bien entrado septiembre, la empresa no solo no lograba cerrar la operación, sino que ni siquiera conseguía que HSBC -uno de sus bancos de cabecera- la respaldara. El otro, el Santander, buscaba fórmulas 'in extremis' para sacar a la familia fundadora del atolladero.
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