Los profesionales de la sanidad vasca sufren, además de su exposición física a la infección por coronavirus, un deterioro de su equilibrio mental. La sobrecarga de trabajo, las reubicaciones o traslados repentinos, la precariedad laboral y, sobre todo, la incertidumbre que les acompaña en cada turno, pesan y pasan factura en sus mochilas emocionales.
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