El periodista y escritor tenía un féretro en su despacho en el que echaba la siesta. El ataúd, que según su página web compró al Ayuntamiento de Castrifrío, se cedía a las familias más humildes del municipio para los velatorios, pero él lo quería para meditar. "La muerte me atrae, no me asusta. Opino que la vida sigue después de la muerte y lo único que me preocupa es indagar en ese misterio", contó en su página web.
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