No podemos vivir en la madriguera. Si convertimos la vida en algo que no merece la pena ser vivido, no hay mucho más que hablar. Y dentro de las necesidades y libertades de todos, han de ser valoradas las prioridades de cada uno. No es falta de realismo o de comprensión, ni insolidaridad. Urge que los mayores salgan. Los que quieran. Los que no tengan miedo. Y cuantas personas precisen, por salud, la movilidad. Bajo normas y atendiendo a la propia responsabilidad. Una hora al día siquiera, con todas las cautelas.
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