Durante los primeros años de la República las legiones de Roma se agruparon bajo cinco estandartes: el águila, el lobo, el toro, el caballo y el jabalí. En el 107 a.C., tras las reformas que emprendió el general Cayo Mario, se abolieron el resto y quedó únicamente el águila como símbolo de todo el ejército. Perder el águila de una legión era considerado la mayor de las desgracias, y los soldados protegían este estandarte con sus propias vidas. Y si los legionarios velaban por sus águilas, los jenízaros lo hacían por sus calderos de sopa.
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