“En Ricla todo el mundo tiene tierra”, explica el agricultor e ingeniero agrónomo Javier Traín. Eso ocurre desde que, en los años 60, al alcalde Francisco Canela se le ocurrió que el Ayuntamiento se convirtiera en el dueño del monte comunal, de más de 4.000 hectáreas, y alquilara las tierras a los mismos vecinos que, en bloque, habían cedido la propiedad.
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