La Corona llegó a contar con diplomáticos residentes en Londres, Bruselas, Alemania, Roma, Venecia, Milán, Génova y otras ciudades italianas. Los Reyes Católicos enviaron agentes a misiones tan exóticas cómo a Egipto, a hablar con el sultán de los mamelucos. Otro caso excepcional fue el de Catalina de Aragón, designada como embajadora en la corte de Enrique VII, convirtiéndose en la primera mujer diplomática en la Europa moderna. La red de embajadores se fue perfeccionando y convirtió a la corte madrileña en la mejor informada del globo.
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