Parecen acostumbrados al dolor. "Hay gente que ha perdido todo lo acumulado durante 40 años, pero están bien. Estamos bien", dice Omar Ahmed, tras haber perdido su vivienda debido a las fuertes lluvias que azotan durante estos días a los campamentos de refugiados saharahuis. Las casas que la ocupación marroquí del Sáhara Occidental les empujó a levantar en medio de la nada, sus escasos alimentos, las habitaciones donde pasaban horas y horas frente a una taza de té, la escuela, esa esperada nevera vieja que un día trajo la ayuda internacional.
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