Fue la última vez que hablé con él. Corría el mes de enero de 2011 y un servidor todavía andaba encuadrado en El Confidencial. Ocurrió que un buen día hubo necesidad de confirmar una información con el afectado y, en mi condición de director del medio, me ofrecí a llamarle. Su respuesta, sin permitirme la menor explicación del asunto a tratar, fue un portazo: “¿Cómo te atreves a llamarme, con el daño que me has hecho a mí y a mi familia…?” Naturalmente me colgó, pero eso fue lo de menos. Lo de más fue aquella referencia a “mi familia”...
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