El trabajo sexual ha sido siempre una estrategia de supervivencia para colectivos sobre los que impacta algún tipo de violencia institucional que no es accidental, grupos a los que el Estado no garantiza el acceso a derechos: inmigrantes, pobres y personas LGBTIQ+, todo lo que la derecha y una gran parte del sector progresista rechaza.La discusión sobre si vender sexo es degradante o no se vuelve superflua e injusta, ya que no hay nada más degradante que no poder conseguir dinero en un mundo en donde prácticamente nada puede hacerse sin él
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