Viendo la proliferación de comentaristas limitados de ingenio pero propensos a creer que sus diálogos de instituto tienen gracia, y puesto que este lunes se cumplieron catorce años de la muerte de Andrés Montes, habrá que denunciar también el daño que hicieron Montes y Daimiel, esa pareja genial e irrepetible que todos hemos querido remedar alguna vez con algún amigo y nulo éxito, claro. La irrepetibilidad es lo que tiene.
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