Tiene algo de preocupante que, después de una polémica como la que hace días nos ocupó, haga falta recordar que podemos beber y seguimos siendo nosotras quienes elegimos con quien nos vamos a casa o si nos vamos solas o acompañadas después de salir. La expansión de los discursos del peligro importados del contexto anglosajón y la esencialización de una feminidad que parece que sólo podemos pensar como retraída, pasiva y victimizada están estrechando cada vez más nuestro deseo, nuestra agencia y nuestra capacidad de consentir
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