Le pregunto si en aquella época los europeos tenían relación con marroquíes. Me mira como si acabara de decir una obviedad. “He tenido buenos amigos árabes. Has de pensar que los marroquíes de buena familia eran más europeos que los propios europeos. Aquí se vivía muy bien. Había buenos restaurantes, buenas salas de baile… ¡Oh la la! Era todo muy chic”.
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