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Ni la 'Rolling Stone' entendió el regreso al rock and roll primigenio pasado por el bubblegum, eso que a finales de los 70 se llamó punk, de Joan Jett. Recibió insultos y reseñas hirientes de los críticos. Incluso los sellos le cerraron la puerta. La mejor respuesta fue "si al menos fuese un chico el que tocase la guitarra". En escena, le lanzaban botellas, le abrieron la cabeza, una vez le rompieron una costilla. Al final lanzó su disco en su propio sello y el resto es historia. Hoy, esas discográficas y periodistas sobreviven a duras penas.
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