El pulso electromagnético, empieza posicionarse como el santo grial del armamento del futuro. Sus efectos altamente destructivos, casi sin dejar víctimas mortales, son conocidos desde mediados del siglo XX, pero hasta ahora no se han podido concretar en un arma tangible que permita a una potencia militar alcanzar la supremacía en este campo. La consecuencia es que todo componente electrónico que está en un amplio radio de kilómetros queda achicharrado, totalmente quemado, e inservible.
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